Últimas noticias: el Harbano Jalil se revuelca en su tumba

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Recorrer los mercados rodantes es una delicia para los sentidos…o una pesadilla extraída de los peores malviajes de Dante. Y es que no hay comparación al heroico acto de recorrer los pasillos donde los vendedores te ofrecen hasta lo que solamente en tus sueños podías encontrar. Todos gritan en un eufórico esfuerzo por llamar la atención del marchante. La ley aquí es la de quien berree más fuerte.

Y los compradores se apeñuscan como bestias dentro de un camión de carga ante el poco espacio disponible, puesto que los estantes se desparraman por cada rincón. Y todos giran las cabezas en todas direcciones, los ojos atentos y quizá un poco aturdidos ante tanto que mirar; las narices otean el aire, bien en parte de buenas ofertas, pero también esforzándose por respirar un poco de aire extra. La cosa es no contraer las costillas porque en el peor de los escenarios se puede caer desmayado y terminar pisoteado por los supervivientes hasta que de los huesos no queden más que algunas astillas.

A cada paso que das, los comerciantes aparecen de la nada entre esa inmensa bola de carne y fluidos, jurando descuentos, promociones, ofreciéndose a ahorrarte tiempo, dinero y esfuerzo. Casi igual que los infomerciales de las madrugadas (salvo los de las colegialas traviesas que quieren ser tus amigas y vivir nuevas experiencias a través del teléfono). Todos ofrecen panaceas, placebos, netas, soluciones.

Si aceptas el riesgo y te detienes una de dos: o eres envuelto por tentáculos de calamar gigante, al más puro estilo de 20 mil leguas de viaje submarino (aunque los científicos digan que esos seres sólo viven en las profundidades del mar, es mentira. De vez en cuando salen a tierra firme); o la decepción y el fastidio con una pizca de rabia se filtran por el torrente sanguíneo. Porque las joyas no resultan más que espejitos.

Se siente mal darse cuenta que te quieren vender un manojo de cilantro marchito como si fuera perejil chino recién extraído del jardín imperial.

Supongo que parte de la estrategia contempla a los gritos como un aturdidor natural. Así lo hacen los delfines para apendejar a sus presas. Así pasa con los faros de un automóvil cuando dan de lleno con los ojos de un ciervo. Después de la emboscada puedes tratar de escapar. Sólo con mucha suerte lo logras.

Y las madres deambulan prodigando vistazos rápidos mientras los críos chillan enfurecidos, cansados, acalorados, y los machos adultos lamentan no estar en casa viendo la televisión con el control remoto en una mano y la cerveza en la otra. Y todo aumenta de precio y cada vez huele peor, hasta llegar al grado de ocasionar inapetencia. Náusea. Pero todo en la vida son oportunidades. Oportunidad de vender, de comprar, de huir, de que no te roben pero sí robar, de deshacerte de bazofia, volver al cubil con efectivo y no con especie. Quien ose entrar aquí debe tener muy claro que si lo hace es bajo su propio riesgo y que, como los cerdos, casi siempre es necesario rascar profundo en la mierda para sacar una deliciosa trufa.

“A veces pienso con ironía, que a la entrada de estos lugares deberían poner un letrero con la sapientísima frase: Perded la esperanza todos los que aquí entráis”. – La Incoherente.

Me queda claro que entre los mercados sobre ruedas y la Feria del Libro Monterrey no hay diferencias. Tal vez sí. Hace tiempo que dejé de buscarlas.

Comentarios

lacuevadelaloba dijo…
Sipi, pero también hay paraísos (la entrada no cuesta, la salida es la que duele), como dos o tres que yo me sabía de memoria.
El mercado de San Juan, el de Sonora, ciertos sectores del de la vieja Mercé y el de la Viga en chilangolandia, donde el corno de la abundancia se desparramaba y guay del que no cayera seducido ante tantos antojos.
Y los tianguis de a devis, donde ya quisieran maestría los de gualestrít en eso del regateo, la oferta y la demanda. (Suspiro por el de San Juan Chamula, el de San Cristóbal, el de Yecapixtla en Cuautla y el de Paracho, que se fueron extinguiendo ).
Como buena bruja antiwita, prefiero los mercados y los tianguis con todo y sus hedores y salmonelas al asalto en despoblado de los eichibís, los gualmars y los coscos.

ay, otra pérdida para el patrimonio de la humanidat.

beso beso beso
Pablo Perro dijo…
Las colegialas traviesas SI quieren ser MIS amigas... no dudes de esos comerciales.

besitos.

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