Hoy amanecí socialmente irreverente, y qué y qué y qué…

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Anoche, mientras miraba las noticias apareció una sobre la conmemoración de 483 (¿o era el 463?, bueno, el caso es que son más de cuatro siglos) aniversario de la llegada del ritual del matrimonio vía religiosa en México, costumbre que, como mencioné en post anterior, fue traída por los españoles. Evidentemente nuestros ancestros prehispánicos ya efectuaban enlaces matrimoniales, pero bajo sus propias reglas, dioses y diosas.

La nota mencionó además, que dicho ritual ha evolucionado con el paso del tiempo, de tal forma que aspectos como el arroz que se lanza a los recién casados (la palabra novios se me hace como que absurda, puesto que si antes de casarse eran novios, entonces ¿dónde está el cambio?), las argollas y otras cosas más, han sido tomados de otras culturas. Muy interesante.

Sin embargo, recordando el post anterior, sigo hurgando en este vicio de la gente en hacer y pensar las cosas en automático y que nadie reflexiona en qué circunstancias o razones perviven debajo de este acto que ocurre todos los días.

La palabra “matrimonio”, viene de la práctica y del Derecho Romano. Su origen etimológico es la expresión “matri-monium”, oséase el derecho que adquieren las mujeres que lo contraen para poder ser madre dentro de la legalidad (otro lindo legado de la cultura patrilineal y falocéntrica; como si las mujeres necesitáramos de la aprobación o mandato de instituciones religiosas o jurídicas para tener descendencia. Por ello y ante la realidad de millones de mujeres que deciden ser madres sin tener que criar “hijos” adultos, además de los paridos, me parece que de entrada ya suena obsoleto el punto). Según la concepción romana, la posibilidad que la naturaleza da a la mujer de ser madre queda supeditada a la exigencia de un marido, a quien quedaría sujeta al salir de la tutela de su padre, y de que sus hijos tengan un padre legítimo al que estar sometidos hasta su plena capacidad legal = el pater familias.

Por tal motivo la propuesta que cada vez goza de mayor aceptación de dejar de usar este término y cambiarlo paulatinamente por el de acuerdo conyugal o sociedades de convivencia, tanto para la unión de heterosexuales como de homosexuales. Antes de que algún o alguna defensor a ultranza de la tradición ose saturar el blog de injurias y cosas peores advierto que esto no es moda ni chiflazón ni terrorismo social, ni tampoco significa que la sagrada institución del matrimonio desaparecerá por ley o algo así (creo que solita seguirá cavando su propia tumba)

La definición del acto de matrimoniarse, despojada de atavismos y romanticismos, es la unión entre dos o más personas (hay que recordar que la poligamia y la poliandria también existen y son aceptadas en ciertas culturas, aunque la visión predominante sea la monogámica en el mundo occidental) con un reconocimiento social, cultural o jurídico, que tiene por fin proporcionar un marco de protección mutua o de protección de la descendencia. Sus motivos pueden ser los intereses personales, económicos, sentimentales, de protección de la familia o como medio para obtener algunas ventajas sociales (eso ya dependerá de cada quien).

Este asunto del matrimonio tiene dos variantes: el civil o el religioso. Según la religión o el marco jurídico, sus derechos, deberes y requisitos pueden ser distintos. Se le considera un concepto importante ya que puede ayudar a definir la estructura de la sociedad, porque crea lazos de parentesco entre seres humanos a quienes no une el vínculo de sangre. Tradicional, pero muy tradicionalmente hablando, su razón de ser es la reproducción y socialización de los hijos, así como la de regular el nexo entre los individuos y su descendencia que resulta en esas nimiedades conocidas como parentesco, rol social y estatus.

Aunque en México por lo general se toman como la misma cosa, hay que mencionar que el matrimonio religioso y el civil no van junto con pegado, puesto que el religioso es una institución netamente cultural basada en los preceptos de la religión profesada, mientras que el civil se sustenta en las leyes, que implican (o al menos ésa es la idea) el reconocimiento y cumplimiento de una serie de deberes y derechos para los contrayentes.

En el caso del matrimonio civil, hasta hace muy poco (lamentablemente) ya no fue obligatoria (afortunadamente) la lectura de la epístola de Melchor Ocampo, la cual data de 1859 y que en tiempos de nuestros padres y abuelos era cosa obligada. La razón: que ya es obsoleta y no corresponde a la realidad de los matrimonios actuales y mucho menos de las nuevas estructuras de pareja y familiares, algo que aún no puede decirse de la esencia de la cultura mexicana y su machismo por antonomasia. Va el polémico fragmento:

“Declaro en nombre de la ley y de la Sociedad, que quedan ustedes unidos en legítimo matrimonio con todos los derechos y prerrogativas que la ley otorga y con las obligaciones que impone; y manifiesto: "que éste es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Este no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí. El hombre cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él, y cuando por la Sociedad se le ha confiado. La mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo propia de su carácter. El uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión”... (zzzzzzz)

El matrimonio sería el efecto de un pacto recíproco y voluntario entre las personas, siendo ésta la causa para que el ritual se lleve a cabo, si no pos cómo. Bajo el pacto los contrayentes consienten unirse, bajo el matrimonio quedan unidos.

Los pactos matrimoniales eran cosa harto común en infinidad de culturas antes de la invasión romana (si las tocaba), o posteriormente la española en el caso del Nuevo Mundo. Entre los celtas por ejemplo la jugada era que la pareja se unía bajo un mismo techo, pero ambos mantenían sus propiedades o posesiones, nada de que todas las barajitas pasaran a manos de uno solo. El acuerdo era verbal y toda la comunidad lo sabía. Si en algún momento cualquiera de los dos deseaba terminar con el pacto éste se disolvía tranquilamente, cada quien agarraba sus triques y “que te vaya bien”, cosa creo mucho más amena y civilizada que los duelos Kramer vs. Kramer de pena ajena que algunas ex parejas protagonizan ante nuestros ojos.

A final de cuentas, a quien se le antoje, sea su máxima aspiración en la vida, la razón de estar en este planeta, destino de la raza humana o la etiqueta de su preferencia, creo que sería buen detalle caer en la cuenta de que los ritos, ritos son, más allá del halo en que se envuelva, y que tal vez, sólo tal vez, de cuando en cuando habría por lo menos darle una escaneada a algunos de los conceptos que llevamos tatuados desde que nacemos y hasta que la muerte nos separa.

Y para rematar, algunas frases estimulantes sobre el tema:

Matrimonio: estado o condición de una comunidad que se compone de un señor, una concubina y dos esclavos, todo en solo dos personas. Ambrose Bierce (mi gurú literario).

No quiso la lengua castellana que de casado a cansado hubiese más de una letra de diferencia. Lope de Vega.

Comentarios

i dijo…
ahí te dejo dos, la primera, de un cuate;

"que linda es la vida... y luego te casas"

y una de un servilletero de cantina:

"el amor es lo ideal. el matrimonio la realidad"
lacuevadelaloba dijo…
Yo encabezo la porra a favor de este post y la cuadrilla de demolición para acabar con esa modalidad de tortura.

beshitos
Jajajaja, me uno a la lista... donde firmo???

Saludos Almita desde SLP.
La mustia

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