Razones para festejar

Hace quince días, se cumplió una pequeña, pero importante meta para mí. Terminé de pagar la incineración de mis huesitos cuando muera. Propósito macabro, inusual o poco ortodoxo para algunos cuates y cuatas, no obstante la ineludible certeza -que, como refiere el título del blog de don Alejandro Silva- de que todos vamos a morir.

A todos nos mueven intereses diversos, estrechamente vinculados a nuestras aspiraciones, necesidades, deseos, miedos, historia de vida, búsqueda de aprobación o de pertenencia a un grupo social, etcétera. Se invierte -quienes pueden- en bienes raíces, auto o seguros de gastos médicos o de vida, compra de acciones o antigüedades, o apertura de cuentas de ahorro o inversión, aunque sea en Banco Azteca, o de perdido bajo el colchón. La idea es la previsión, tratar de dejar algo útil a la descendencia, o por lo menos no heredarle molestias a nadie cuando nos toque colgar los tenis.

En lo personal me parece de pésimo gusto dejar a alguien a cargo de la fatigosa tarea de un funeral, pero más engorroso que esto, la responsabilidad de financiarlo, sobre todo precisamente porque los humanos casi nunca se nos ocurre que moriremos algún día, o si lo llegamos a pensar, posponemos decidir qué pasará con nuestros restos argumentando falta de dinero, tiempo u opciones, y mejor jugamos una suerte de supersticioso exorcismo, como cuando tiramos la sal, cruzamos los dedos o tocamos madera.

Como desde el inicio de la humanidad, pasamos los días viendo la muerte a los ojos -o a la cuencas-, tal vez no con la brutalidad y crudeza como la veían nuestros antepasados o como la ven en zonas de guerra, hambruna, terrorismo o pobreza extrema. No obstante, está entre nosotros. A medida que envejecemos y los achaques aparecen lentamente; cuando -como me dijo una tanatóloga- sufrimos de un dolor físico o emocional; cuando en una borrachera un tipo mata a otro porque recordó que le debía una lana, o cuando acaban a golpes con un niño sólo porque no dejaba de llorar. Cuando al hocico de un perro le salen canas. Cuando te dan el diagnóstico de una enfermedad fatal. Cuando tres tipos a bordo de una camioneta en movimiento llenan de plomo a otro en plena calle. Cuando decides que lo que hay no te hace feliz y aceleras la partida al otro mundo. Cuando descubres que quien creías amigo o amiga aplasta tu cuello con su pie para su beneficio. Cuando tras crecer, florear y dar fruto una de tus plantas amanece vuelta muñón.

Dicho de otra forma: es la misma cosa, lo diferente son los modos. Esté en lo cierto o me equivoque, no importa. Yo nomás alcancé un objetivo y eso me hace feliz.

Lo siguiente: tomarme unas vacaciones.

PD: De entre tantas razones para festejar que deben estar ocurriendo simultáneamente en estos momentos, sólo destacaré una: después de meses de terrorismo laboral, por fin Consuelo Hinojosa deja la dirección de Radio Nuevo León.

Comentarios

Termómetro