Salud

El hombre estaba perdido en alcohol. Lo supuse porque a su lado tenía una botella sobaquera de Jimador vacía. Estuvo buen rato recargado en un árbol y gritaba incoherencias. Luego se sentó en el suelo, los brazos caídos a los costados y la mirada perdida. Se quedó en silencio. Comenzó a llover y hacía frío. Él tenía puesto un impermeable amarillo que cubría su cuerpo a medias, pues nunca se lo acomodó. Casi no respondía preguntas. Una chica pasó y le ofreció un vaso de alguna bebida caliente. Él ni siquiera pudo tomar el vaso de unicel.

Poco después llegó un policía municipal. Para entonces la camisa del hombre estaba empapada de agua helada de lluvia. Pensamos que lo llevaría a algún sitio seguro hasta que estuviera en sus cinco. El oficial sólo le dijo que se fuera a su casa “con cuidado”.

Lo más lejos que el hombre llegó fue a la siguiente esquina. Ahí quedó de pie cerca de una palmera, bamboleándose.

Mientras, del cercado patio de una de las casas ascendían, gloriosos, el humo e inconfundible aroma del encendido de carbón. 

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