II. Extravíos pusmodernos

A la salida de la estación del Metro Simón Bolívar, un día de tantos apareció en sus oficinas el retrato de estudio de una quinceañera que miraba lelamente a la nada. Mofletuda, obesa, con un vestido rosa de pésimo gusto, el peinado en gajos brillante y tieso por metros cúbicos de fijador. Detrás suyo, la verde falacia de un jardín de plástico, utilería y papel. Alguien colocó una hoja de papel que decía: objeto extraviado. Ignoro si se refería a la foto o a la chica.

A la mañana siguiente la imagen desapareció.

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