¿Qué pasa por esa cabecita loca?

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Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá ésa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen. -Henry Ford.

Decía Descartes que se piensa y luego se existe. Y es que el acto de pensar nos dota de identidad, dicen, nos hace conscientes de nuestro ser con cualidades y defectos incluidos, con nuestros más profundos temores y deseos. Y por qué no decirlo, que irónicamente este acto mal catalogado como exclusivo del ser humano en ocasiones nos enfrenta a la animalidad que nos habita a tod@s por igual, al otro yo que preferiríamos mantener oculto en el clóset de la memoria.

A veces pienso que en el caso de los animales ocurre a la inversa, y que su eterna batalla radica en no permitir la salida a su ente civilizado, pues quizá han entendido que tanta civilicencia resulta perjudicial para la salud.

Lo anterior viene a cuento porque el fin de semana pasado fui al Bioparque Estrella (pa los que no sepan métanse a internet), y de pronto sufrí esa terrible sensación que much@s experimentan en los zoológicos (que de lógicos tienen lo que yo de veneciana), cuando pierden la noción de espacio y no saben si son ellos o los animales quienes están detrás de los barrotes de las jaulas. Pues bien, ahí no hay jaulas, pero p´al caso es igual. A mi juicio la verdadera exhibición ocurría del lado humanoide, donde tanto infantes como adultos son grandes exponentes.

Uno de los círculos de este averno lo conformaban una docena de patitos, pollitos y algunos conejos salvajemente torturados por casi todos los escuincles que gritaban y corrían como apaches mariguanos dentro de una suerte de corral de unos 15 metros. Pude ver cómo a los conejos se les saltaban los ojos y les crecía la cabeza al ser abrazados con harta enjundia por los chilpayates enfebrecidos. Mientras, los patitos desarrollaban estrategias grupales para escapara de los engendritos, sin mucho éxito la verdad. Los pollitos parecían resignados a su suerte y corrían con cierto desgano, escenas presenciadas por papás y mamás enternecidos que no cesaban de inmortalizar el momento vía fotos y/o video. Y yo que pensaba que ese material no era apto para menores.

Más tarde, durante el recorrido por la reserva a bordo de un camión con techo de palma al cual los camellos son aficionados, corroboré que los animales son más silenciosos y organizados que nosotros, y que si en un principio les hubiera causado gracia ver a montones de monos lampiños chillones a bordo de vehículos decorados a manera de franjas de cebra, hoy tal vez les resultarían mortalmente aburridos.

Algo feo de verdad fue llegar a la zona de los monos araña. Diseminados en tres islotes artificiales = tres montículos de tierra aislados de tierra firme por aguas verdosas y estancadas, estos monos cien por ciento arborícolas no tenían más de donde colgarse que dos raquíticos árboles con poco o nulo follaje, y para cubrirse del solecito regiomontano alguien les diseñó un huacal con dos placas de piedra. Por cosas como ésta recordé por qué no voy a circos ni zoológicos.

Y por eso también, cuando veo videos de perros utilizando los puentes peatonales para cruzar las avenidas, a diferencia de los usuarios para quienes fueron construidos, me parece que la naturaleza es uno de esos pocos que practican el trabajo de pensar.

Comentarios

Dr. Muerte dijo…
algunos animales son mas inteligentes q otros no?
Juar juar
Pues sí, comaye. El Bioparque nos recuerda que las jaulas y los patios son muy miserables.
Pero sabe qué? Si va algún día a Africam Safari, el de Puebla, el Bioparque queda reducido en tamaño, y le parecerá un patio de casa de Infonavit, de esos que sólo cabe un perro parado, je je je.
Saludos, y ahí me dice si le tentó la idea de vender su alma al diablo.
Saludos

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