Naminá

Una Navidad más, por ende otro año que agoniza. Conforme una envejece este proceso ocurre cada vez más rápido, aún no decido si es porque los quesque adultos experimentamos un siniestro placer por atascarnos de actividades reales o ficticias, o porque sin complicaciones la vida nomás no nos sabe o porque de plano nos encontramos en cuenta regresiva y hay que meterle velocidad al asunto antes de que nos cargue el payaso.

Anyway, el caso es que falta un día pa la Navidá, mientras la gente se apeñusca en las tiendas comprando regalos a última hora mientras decide si cenará pavo, pierna, lomo, tamales, romeritos, quelites, sándwiches, huevo o tortillas con chile y sal.

Confieso que en la infancia, la pequeña Pato esperaba con ansias el 25 de diciembre para abrir sus regalos y junto a hermanos y primos torturaba a su familia la noche del 24 cada cinco minutos con el ¿¿¿¿puedo abrir los regalos, puedo, puedo, puedo, puedo, siiiiiiiiii???? En esos años recibí la casita del árbol, la escuelita Fisher Price y mis Playmobil favoritos, entre otros obsequios no tan impactantes.

Hoy, sin embargo, so riesgo de ser calificada como Grinch, desear feliz Navidad me parece un tanto espurio, como que no se me da, sobre todo porque me parece una irónica contradicción que la humanidad viva un sólo día al año de paz y armonía contra 364 de desmadre. Algunos dirán que más vale uno que ninguno, pero aún así me sigue pareciendo un sinsentido.

Por ello me he propuesto pronunciar la tan choteada frase de "feliz Navidad" lo menos posible y mejor dedicarme a abrazar a mis afectos durante todo el año. Ya dije.

Comentarios

El Negro dijo…
Tienes razón, pero qué agüite...

y viceversa.

[por qué el nick o sobrenombre de Pato?]

Termómetro