La perrez es de quien la trabaja



Por desgracia, el don de la perrez no siempre se hereda. O tal vez sea mejor, quizá sería martirizante vivir a la sombra de algún PhD en este arte. ¿Es la perrez un mecanismo de defensa aprendido tras una infancia vacuna, ingenua, desprovista de toda malicia, o una actitud genuina, espontánea?

L@s mejores exponentes del género que conozco tienen en común la primera interrogante: fueron niñ@s comunes y corrientes pero a la vez distintos del promedio, que la mayoría de las veces se afanaban por sumergirse entre la pueril muchedumbre pero en el fondo se sentían diferentes del resto, lo que los volvía blancos fáciles para los otros, ya fuera para la burla velada o el bully en su máxima expresión. Fueron niñ@s que por razones socioeconómicas, educativas, familiares, de lugar de procedencia, geográficas, etc, se sentían fuera del agua en un entorno hostil, algo que los “naturales” huelen como si de pescado podrido se tratara, y por ello, descubrieron a punta de madrazos que había que construirse una barrera para sobrevivir.

Aunque también hay casos de gente que tuvo una infancia sin altibajos y a la que le toca el desvirgue ya entraditos en años, en la facultad o el primer empleo, por lo que a veces los macanazos duelen más. Pareciera que tarde o temprano la perrez -como el tiempo o la muerte-nos alcanza a todos, pero con reacciones y consecuencias distintas.

La perrez posee ingenio, humor negro, agilidad mental, malicia, veneno a discreción y -paradójicamente cuando se perrea entre amigos- afecto,elementos que distinguen este noble ejercicio del chismorreo barato, los comentarios insidiosos o las versiones edulcoradas y bobas vigentes en algunos de mis círculos de conocidos, en los cuales salta de inmediato al oído cuándo fuerzan los comentarios como un estreñido pugna -y puja sin éxito- por vaciar sus dentros. La auténtica perrez fluye etérea sin importar su peso, pero no el de un bulto inanimado, sino más bien el resultante de la sabia combinación de palabras e intención.

Debe provocar desde la sutil sonrisa signada por el sanguinario destello de la punta de los colmillos que apenas asoman, hasta la carcajada impúdica y descarada. Lo peor que puede hacer uno es morderse la lengua, si sabe lo que es bueno.
Es un arma de alto poder que neutraliza en el primer asalto al usuario de la fuerza bruta (después si es necesario hay que correr) o permite -si se usa con seso y gallardía- dar pelea y ganar el encuentro por nocaut.

Como ritual iniciático, quien está en proceso de aprendizaje debe aguantar vara y sufrir la perrez del círculo al que quiere formar parte, símil del pasar la noche en blanco efectuada por los aspirantes a caballeros que velaban sus armas. Y callarse el hocico mientras no lo domine, porque corre el riesgo de decir alguna estupidez con la cual será perreado con más saña, o caer en el mal gusto. También es vital poseer amplio vocabulario. Chuchez sin riqueza verbal es como soda caliente y sin gas.

La perrez de calidad debe ser un misil teledirigido envuelto con un lindo moño rojo…

-Continuará-

Comentarios

lacuevadelaloba dijo…
En el círculo rojo de la perretz, la Ramírez va por el master summa cum laude. No se les ocurra retarla a un torneo de albures, ni a uno de dominó.

Salut, Patito. Y gracias, mi stella maris se ve fabulosa donde la puse, lástima que está muy grande para traerla colgada.

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