Experimento

Todo tiene solución menos la muerte, dijo madre al pequeño Adolfo mientras caminaban por las calles de Hafeld de regreso a casa. La tarde había sido fructífera gracias al paseo que tuvieron que dar para escapar de la furia de padre, que tronaba de celos por la complicidad que había entre ambos. Adolfo miró a su madre y sonrió, tratando de comprender aquellas palabras que recordaría el resto de su vida.

Muchos años después, pasados cinco meses de su cumpleaños cincuenta, esas palabras resonaron con la misma fuerza que aquella tarde. Polonia ardía herida, envuelta en humo, vidrios rotos, sangre y el inconfundible tufo a muerte.

Seis años más tarde, a 16 metros bajo tierra, mientras apuntaba un arma hacia su cabeza e ingería una cápsula de cianuro, recordó esas palabras por última vez.

Y así como en Hafeld, sonrió.

(Enero 2006)

Comentarios

dijo…
que fuerte, que terriblemente fuerte texto.
mil besos

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