Loved Millás

Representaciones
JUAN JOSÉ MILLÁS 09/01/2009


El parque estaba a rebosar de muñecas y muñecos traídos por los Reyes Magos. Abundaban los muñecos enfermeros y las muñecas princesas; los primeros ponían inyecciones y las segundas daban órdenes a la servidumbre. Pero había también muñecos fontaneros y muñecos soldados y muñecos jueces (quizá con la toga manchada de semen de violador). Sólo la Nancy y su marido, Kent, tienen 20 o 30 disfraces de otras tantas profesiones. Podría parecer que, si algo sobra a los niños, son peleles de adulto con los que ensayar el futuro, pero me sorprendió no encontrar ningún muñeco escritor para que jugaran a escribir el Quijote, por poner un ejemplo. Ignoro cómo se juega a escribir el Quijote, pero que lo invente alguien, ¿no? Me han traído los Reyes un muñeco Baudelaire para que juegue a escribir Las flores del mal. Pues a mi hermano y a mí nos han traído un Dostoievski para que juguemos a escribir Crimen y castigo. A mi primo, en cambio, le han regalado un Leopoldo María Panero que recita poemas malditos si le tiras de una cuerda que tiene en la espalda.

Tampoco escuché a ningún niño decir que le habían traído un director general de Tráfico, un subsecretario de Hacienda o un ministro de Cultura, ni siquiera un diputado o un senador. Por supuesto, ni un solo lehendakari o alcalde. No digo que no sea útil aprender a poner inyecciones o recetar antitérmicos a los siete años, pero tampoco estaría mal que los entrenáramos desde la infancia en la construcción del Estado (¿qué sería de la banca, por ejemplo, sin el Estado?). En cuanto a los bebés de látex capaces de hacer pis (tal vez caca) y vomitar, los había a cientos, como si ya no se esperara otra cosa de los hijos. En fin, que lo que vi en el parque la mañana de Reyes me pareció parcial como representación del mundo, pero extraordinario como espectáculo trágico.

www.elpais.es

Comentarios

Termómetro