¿A qué le tienes miedo?





Todos lo tenemos. Vive con nosotros a gran, mediana o pequeña escala. Pocos lo reconocen, precisamente porque el huésped incómodo no se va. A veces crece con el paso del tiempo y otras se hace denso y añejo, como la miel cuando se cristaliza, como el aceite cuando se vuelve rancio.

Por el miedo siempre se paga un precio, y en algunos momentos, gracias a nuestra animalidad, nos salva el pellejo. En esas ocasiones es benéfico, y cuando se vuelve extremo se convierte en fobia y te incapacita o provoca las peores estupideces, precisamente por su irracionalidad.

También por miedo podemos perdernos cosas, oportunidades, momentos, eventos que pueden poner patas arriba nuestra vida o hacernos descubrir que nos estábamos perdiendo de algo, de alguien, o de todo.

Se le teme a animales, sensaciones, emociones, objetos. Sentimientos. Personas. El miedo también subyace en no querer aceptar precisamente, que se teme a algo.

Respecto a esto último, es disfrutable ante tus enemigos. Quien aspira o provoca miedo en los demás debe, sin embargo, asumir el costo. Y éste es el ostracismo. Quid pro quo. Como en casi todo…

Comentarios

Termómetro