De otros flashbacks


Mija, ¿tú crees que ganemos el domingo?, preguntó la mujer de la tercera edad con la que compartía un poco de la sombra que una camioneta echaba sobre una de las mesas al aire libre del local de helados argentinos que está a un lado del Museo de Historia Mexicana.

—Lo sabremos hasta el domingo—, respondí con hueva, mientras miraba la Explanada de los Héroes, que en ese momento no era una plancha sino un comal a base de energía solar que salteaba a los chingos de gente que poco antes de las 15:00 del miércoles 27 de junio esperaron la llegada de Enrique Peña Nieto para encabezar su cierre de campaña en Nuevo León de cara a la presidencia de la República, y al mismo tiempo, su último acto político previo a la veda electoral.

Ella fue una de las personas que aguantaron vara bajo el sol esa tarde de sensación térmica de 40 grados. Llevaba una cachucha roja, playera blanca promocional, falda campesina, sandalias. Cargaba su bolso y una pancarta con propaganda priista. Y ahí estábamos, yo comiendo helado de nutella y ambas bebiendo agua purificada que gracias al verano, estaba lista para preparar café.

“Marea roja en la Macro. Es el infierno en todo sentido”, mandé vía sms a Mr. D. “Así es”, contestó igual. Entonces supe que él andaba en este pueblo fantasma llamado Monterrey, como parte de su odisea preelectoral para un periódico franquicia de alcance nacional. Me llaman el desaparecido, que cuando llegan ya se ha ido, volando vengo volando voy, deprisa deprisa rumbo perdido, cuando me buscan nunca estoy, cuando me encuentran yo no soy el que está enfrente porque ya me fui corriendo más allá. Desde abril, Manu Chao le viene que ni pintado.

Como a las 18:30 llegó Paloma. No pude advertirle que mi acompañante circunstancial era pro EPN, así que llegó diciendo que lo que ocurría en la Macro era algo muy triste. Cerré los ojos y esperé la reacción. ¿Por qué te pone triste?, le preguntó la mujer. Too late, le dije a Paloma con la mirada. “Pues porque sí, es muy triste”, le contestó. La mujer insistió en que le explicara sus razones, Paloma se zafó con la excusa de ir por un helado. Después de eso no pudo escapar, lo bueno es que no tuvo que hablar demasiado.

La mujer dio sus argumentos. Dijo que ella no quería que ganara AMLO, el candidato de las izquierdas a la presidencia, porque significaría el arribo del comunismo a México, aseguró. Y para ella eso era algo muy feo, porque sería como vivir en países como “España, donde tienes que pedir permiso para que te dejen salir del país”. Y porque además, a ella le ponía muy triste ver tanta muerte en la televisión, porque ella tiene un hijo al que ama tanto, “lloré el día que nació, ya no duermo por él”, que no quiere que jamás le pase algo. Por eso esperaba que ganara el PRI, porque además, ella se había afiliado al Barzón, “pero no me dieron nada”.

Terminó de hablar y las tres nos quedamos en silencio. Después de un rato se fue. Paloma terminó su helado, yo empecé a fumar. En la Macro cantaba Pesado y la gente esperaba a Gloria Trevi, parte de los espectáculos que el PRI regaló a sus simpatizantes. En la explanada del Museo de Historia, niños y niñas en calzones se bañaban en las fuentes. Como gorrioncitos. Excepto que los primeros no vuelan.

Pienso en que ahorita, esa mujer debe estar tranquila. Ha de pensar que su porvenir y el de su hijo están garantizados.

Si la encontrase de nuevo y me preguntara lo mismo, quizá respondería: depende de lo que usted entienda por ganar.








    

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