Nada es lo que parece
Su abuela paterna,
alta, colorada y robusta como tule, tenía en su recámara un espejo ovalado de
cuerpo entero con marco de ébano. Al menos así recordaba al objeto en el cual
se miró por primera y última vez, cuando era niño. Cuando le salió barba
aprendió a rasurarla a ciegas. Durante muchos años fue feliz de esa manera. Un día
tuvo curiosidad y abrió un costurero de mano con espejo que había guardado en
el clóset. Finalmente entendió que el del reflejo en casa de la abuela era su
gemelo. Que su imagen le había abandonado el primer día de clases.
(para O., again)
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