Los gargajos llegaron ya...

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Y una mañana de éstas tras despertar descubrimos que en se nos ha instalado una colonia de mocos, constructores de una elástica pero impenetrable muralla literalmente en nuestras narices. Si la vida duele, pasar saliva más. Las articulaciones chirrían como goznes sin aceitar y el único pensamiento recurrente es quedarse bajo las cobijas y no abandonar la casi uterina calidez de la cama.

Si uno se pone valiente o masoquista y decide levantarse, los estornudos son cosa segura, reacción típica del cuerpo ante el cambio brusco de temperatura, y que junto a la inmediata contracción de todas las vías circulatorias constituyen la protección inicial ante agentes patógenos, aunque por desgracia para el sistema inmunológico de más de uno dicha acción sea inútil. Bienvenidos al húmedo e irritante mundo de la gripe, o gripa, como le dicen algunos.

A eso le sigue pasar de tres días a una semana con las aletas nasales lastimadas por el continuo roce de pañuelos desechables o de algodón (que asco), papel higiénico o ya de jodido con la manga del suéter; además de quedarse dormido mientras se está sentado, de pie, leyendo, caminando, etcétera. No falta la fiebre leve o moderada y sus insuperables dolorcillos en las ingles y la espalda. Ah, sin olvidar el acento gangoso que deja un sistema respiratorio congestionado y la inapetencia que provoca no advertir el sabor de ningún alimento, los días en que parece que todo lo que comes es plástico o cartón.

Los virus de la gripe pertenecen a la familia ortomyxoviridae, y provocan la enfermedad después de entrar al organismo por las vías respiratorias gracias a la tos o los estornudos. La travesía del virus empieza cuando entra por la nariz y recorre garganta y pulmones, colgándose del epitelio o tejido respiratorio, donde comienzan a multiplicarse y colonizar en el resto del cuerpo. Su invasión provoca la inmediata reacción del sistema inmunológico, encargado de proteger contra infecciones y agentes extraños. Así que si comienzan a sentir fiebre y dolor articular pueden darse por jodidos, así combate este ejército a los intrusos. Otra opción de contagio más remota es cuando tocamos una superficie infectada, como una puerta, y luego nos tocamos la nariz o la boca.

Los primeros síntomas aparecen al cabo de 1 a 4 días de haber recibido al virus y lo seguiremos transmitiendo durante 3 ó 7 días después de los primeros síntomas. Hay casos raros de gente infectada que no desarrolla ninguno, pero aun así transmiten el virus.

Existen tres variantes del virus de la gripe, conocida por los gachupas como influenza. El tipo A puede causar la gripe tanto a humanos como a otros animales; el tipo B es exclusivo de la raza humana, y el tipo C causa una enfermedad respiratoria leve que no llega a convertirse en epidemia.

Se dice que no hay inmunidad ante la gripe, aunque se sabe que en realidad jamás nos enfermamos por segunda ocasión con el mismo virus, ya que éste posee una extraordinaria capacidad de mutación. Éste se transforma cada nueva temporada cambiando en dos proteínas víricas, la hemoglutinina y la neuromidasa, que en términos llanos y prosaicos no es otra cosa más que una suerte de huella de identidad, cuya mutación provoca cambios que generan nuevas cepas cada año. De ahí que aunque uno se vacune se corre el riesgo de que la inmunización sea inútil ante el surgimiento de variantes de la gripe, cuyo incremento en algunos años y decremento en otros es atribuido a los niveles de humedad en el ambiente y temperaturas, aunque se desconoce en realidad qué es específicamente lo que la detona. Mientras tanto, Gertrudis puede estar saliendo el viernes de una gripe ocasionada por el subtipo de virus X1YZ, por decir algo, con riesgo de padecer el lunes del subtipo GGT3 que amablemente le pasó su colega Martín, cuya estación de trabajo suele ser el centro de reunión del resto del equipo y sus virus OL4S, R8UM e incluso el XIW9R.

Ante la aparición de variantes más letales, como la gripe aviar, los científicos nomás no le hayan el modo, lo bueno es que ya existe una teoría de cómo pudo pasar de aves a humanos, la cual apunta a un intermediario genéticamente similar al ser humano: el buen chancho, marrano, cerdo, cuino o puerco, que sin darse por aludido consume sus alimentos o se revuelca alegremente en aguas contaminadas con heces de aves infectadas de gripe. Así, tras una serie de pases cómico-mágico-musicales de Mamá Natura, que con una mano borra y con la otra rediseña pedacitos de adeninas, citosinas y guaninas, cha chaaaaaaan, estrenamos virus para la temporada otoño invierno.

En consecuencia, tanto las farmacias como las grandes industrias farmacéuticas se forran de lana con la venta de antigripales, analgésicos, descongestionantes, antibióticos, antihistamínicos, tecitos con aspirina y termómetros digitales, porque la raza tiene que seguir en la calle ganándose el pan. Ni un paso atrás y a la victoria siempre, no importa que los matasanos digan que lo más recomendable en estos casos, para bienestar del infectado y salud del resto, es permanecer en casa y descansar. Tan sólo durante la misma temporada el año pasado en España se estimó que por esta razón se perdieron 70 millones de horas de trabajo, con un costo de 210.35 millones de euros, euros, euros, monto que podría ser mayor si se incluyen gastos médicos, la disminución de la productividad o la saturación de las salas de urgencias de hospitales públicos y privados. Lo que es ser Scrooge y anteponer las ganancias de corto plazo a las de largo.

Así que mientras tanto y en pos de la productividad que exige el neoliberalismo sigamos jugando a ser inocentes bombas biológicas. Tiene su lado divertido, lo que sea de cada quien. Y si me equivoco y no lo tiene, por lo menos que los kleenex con aloe sean nuestros mejores amigos.

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