Sangre y morbo, esa dupla criminal

Reseña que aparece en la sección Mal de libros, de la revista Interfolia, publicación de Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria, número 7.


Alma Ramírez

Su paso resonante había turbado el silencio de las
noches en las calles de adoquines sonoros.
Robert Desnos, “Identidad de las imágenes”, Corps et Biens (1930).



Morbo. Alimento del imaginario de las masas. El mismo que provoca el brote de grupos de curiosos frente a escenas del crimen en la vía pública, altos índices de rating o que el número de clics en un sitio de internet alcance cifras estratosféricas. A veces también se le llama deseo de estar informado, aunque luego ese deseo deforme en necesidad, que finalmente nos conduce de nueva cuenta al morbo en torno a un hecho que trastoca la rutina de una comunidad curiosa por los detalles del suceso.

Como todo en la vida, hasta entre hechos que detonan curiosidad malsana hay castas. Y si se apela a jerarquías, sin duda uno de los sucesos torales en la escala del horror humano desde el oscuro calabozo del homicidio lo representa Jack El Destripador, que junto a figuras trágicamente célebres como Andrei Chikatilo, Peter Kürten, Charles Manson, Ted Bundy o David Berkowitz constituyen un breve muestrario de lo que el ser humano puede alojar en lo más recóndito de sí mismo.

“El hombre es el lobo del hombre”, dijo Thomas Hobbes, aunque en este caso, el hombre se convierte en el monstruo de sus semejantes. Y The Ripper lo confirma con creces. De 1887 a 1889, el siniestro desconocido sembró el terror entre los habitantes del barrio de Whitechapel, en Londres, Inglaterra, sin que hasta ahora nadie haya sido capaz de establecer la identidad del autor de los once crímenes contra mujeres que se le achacan, cuya brutalidad, sadismo y técnica han sido motivo de estudio tanto de psicólogos como expertos en medicina forense, y cuyo perfil criminalístico sentó un precedente en la materia.

El Destripador es un perturbador ejemplo de una suerte de rockstar anónimo casi al estilo de otro asesino serial conocido como El asesino del zodiaco, que durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX hizo de la ciudad de San Francisco un lugar que fue muchas cosas, menos paradisíaco. En ambos casos, jamás se dio con ellos.

Fue un horroroso crimen ocurrido a finales de la década de 1920 en el barrio parisino de Saint-Denis —cuyo parecido con los cometidos por El Destripador londinense fue escalofriante— el detonador para que el poeta y periodista francés Robert Desnos se lanzase a la detectivesca aventura de realizar un boceto del multiasesino que vivió durante la época victoriana y cuya sombra ha alimentado la imaginación a través de libros, sitios en internet, novelas gráficas y cine.

Así, bajo la hipótesis de que el modus operandi de los criminales en serie no habían sufrido cambios sustanciales a cuarenta años de distancia entre los asesinatos de The Ripper y el ocurrido en Saint-Denis, Desnos publicó una serie de nueve artículos en Paris-Matinal entre enero y febrero de 1928, que fue traducida por primera vez al español por la editorial Errata Naturae ochenta años después.

En El Destripador, la narrativa de Desnos discurre tomando lo mejor de su lírica y la narración periodística; poco a poco y de forma concisa ofrece una reconstrucción de los hechos de sangre perpetrados por The Ripper. Además describe con arte y precisión los escenarios de los feminicidios: miserables callejas, patios y corredores invadidos por la pobreza, la prostitución y delitos de toda índole.

En esta compilación periodística se reúne el material que en aquel entonces Desnos publicó por entregas, en el cual pasea la intriga, producto de sus indagatorias, y la consulta de informes policiales de la época. El aporte de Desnos lo constituye definitivamente la calidad narrativa a la hora de exponer los hechos. Aunque en más de una ocasión refiere detalles truculentos, Desnos no se revuelca en éstos por el mero gusto de hacerlo; antes bien, los usa a favor de los textos, articulados unos con otros a través de pasajes, en donde especula sobre las habilidades de El Destripador para matar y destazar mujeres sin que una sola gota de sangre le ensucie y luego desaparecer sin dejar rastro; y tras de sí una serie de conjeturas que iban desde la sospecha de que se tratase de un miembro de la nobleza, un médico demente, o, incluso, un ser sobrenatural.

La apuesta de Desnos podría haber quedado sólo en el recuento y pormenores de aquellos crímenes y un comparativo con el asesinato que gatilló la saga de artículos de Paris-Matinal. Pero no. Además de maridar deliciosamente literatura y periodismo, acto siempre posible e incluso a ratos conveniente aunque los puristas opinen lo contrario, el francés remata con el encuentro que sostuvo con un misterioso desconocido, que lo contactó a través de mensajes enviados al periódico donde trabajaba y le ofreció información reveladora sobre Jack El Destripador.

Así, el lector queda como saltimbanqui que pierde de golpe el equilibrio, luego de que Desnos deja en el aire una sugerencia velada sobre la identidad de aquel carnicero londinense que ha alimentado a manos llenas el morbo de muchos desde hace más de 120 años.

Robert Desnos fue un poeta surrealista del cual se tiene registro literario desde 1917; contemporáneo de André Bretón, Picasso, Hemingway, Artaud y John Dos Passos, alternó su obra estrictamente literaria con la periodística, legando al mundo obras como La liberté ou l'amour, Corps et biens y Les ténèbres. Miembro de la Resistencia francesa, Desnos fue apresado por la Gestapo y deportado a los campos de concentración de Auschwitz, Buchenwald, Flossenbürg y finalmente a Theresienstadt, donde murió de tifus semanas antes de que el campo fuera liberado.


El Destripador, de Robert Desnos
Madrid, Errata Naturae, 2008
58 p.
Fondo de Literatura
Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria

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