¿Es esto la felicidad?

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Me parece que puedo decir que he pasado días extraños pero muy reconfortantes. Ante el advenimiento del fin de mi participación en una institución electoral, ocurrido el pasado 31 de julio, pasó por mi cabeza el filo de la incertidumbre ante el futuro. Cosa rara, esta sensación no duró nada a comparación de circunstancias similares en el pasado. Me consideré privilegiada por no tener mucho tiempo para pensarlo, hacer mi maleta e irme al sur del país una semana, recibir ofertas de trabajo en verdad inesperadas; volver al terruño con proyectos, fotos e historias qué contar. Asumirme como dueña de mis tiempos y entrar de lleno a ser mi propia jefa ha sido algo que experimento por primera vez y es maravilloso. Desenvolverme con pleno dominio a la hora de hacer relaciones públicas y plantear firmemente mis condiciones o negociar sin inseguridad por la falta de colmillo, simplemente delicioso.

En estos días también me he topado con viejos amigos y saber de sus vidas, algo parecido a cuando encuentras viejos libros llenos de polvo en el fondo de alguna caja. Siempre sabes que están por ahí y los recuerdas con afecto porque alguna vez jugaron un papel relevante, estuvieron en el momento adecuado. De uno me entero que se ha casado y tiene una bebé, de otra lo mismo, otra más está por matrimoniarse. Otra piensa afiliarse a un partido político (que mello). Parece que a medida que se avecina el otoño los vientos mueven algo más que hojas secas. Hoy por hoy estreno sobrina y otro más nacerá el 17 de octubre según referencias de su madre y ya me estoy estresando por los regalos de navidad de le daré a cada uno de ellos y que siempre han sido lo mismo(para qué darles juguetes cuando todo mundo lo hace. Prefiero ser inmortalizada como la tía rara que regala libros). Mariano, Patricio, Carlitos, Zoé, Rodrigo, Diana y en breve, Mauricio.

De sangre y putativos, aunque no los veo seguido y aunque reniego por no entender cuál es el afán de multiplicar a la raza humana -aunque los especialistas digan que urgen trabajadores que garanticen la seguridad social de mi generación cuando llegue a los años dorados- deposito mi fe en estos locos bajitos para que contribuyan a hacer de este mundo un sitio menos culero para vivir y morir.

Mientras tanto me mantengo firme en la idea de no engendrar a nadie si no es por accidente, me hace más feliz parir textos e ideas. La felicidad en este momento se resume en participar en proyectos radicalmente opuestos (un día hablo de mecanismos de regulación génica y horas después de la Chuchis Corcuera y familia), regentearme y cotizarme, disponer de mi tiempo, amar y ser amada por un hombre bueno, creativo y exitoso, tener un perro que se siente niño, que mi patio esté invadido por olorosas albahacas, poder caminar cubierta por un impermeable rojo desde el barrio antiguo hasta edison bajo la lluvia.

No sé cuánto tiempo dure la felicidad, pero sin afán pesimista sé que como dicen Presuntos Implicados, nunca es para siempre. Por lo pronto a gozar se ha dicho.


A medida que se avecina el otoño los vientos mueven algo más que hojas secas...

Comentarios

i dijo…
qué chido post! la felicito por sentirse tan bien

abrazosos desde trc
El Negro dijo…
[...poder caminar cubierta por un impermeable rojo desde el barrio antiguo hasta edison bajo la lluvia]

me encantó esta frase. Me suena a incongruencia porque no encuentro qué tiene que ver con todo lo que dices en el post. Pero me encantó, es como el perjil que le ponen a los chiles en nogada, no te lo comes, pero ah cómo te perfuma el plato, y además lo adorna.
Claudia Lozano dijo…
Qué bueno que te des cuenta en este momento de lo que te provoca felicidad. Es algo que pocas veces tenemos oportunidad de disfrutar conscientemente.
Un abrazo desde aquí.
Anónimo dijo…
ingezu! desde el barrio hasta edison? jaj eso es mucho caminar. :P

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