¿Acaso miel o néctar corre por mis venas?




En el Metro, de camino a casa, un hombre sentado en uno de los asientos comenzó a hacer gestos y señalaba algo con su dedo. Minutos después entendí que las señas eran para mí. Sobre mi brazo izquierdo, una abeja se había enredado en el tejido de mi blusa.

Durante el trayecto soplé esporádica y suavemente al insecto para mantenerlo a raya y no subiera a mi cuello, mientras escuchaba por los audífonos Paper Planes X, del soundtrack de Slumdog Millionary. Espantar a la abeja dentro del vagón no era una buena idea.

Cuatro estaciones después llegué a la de transferencia. Se abrieron las puertas del vagón y salí. Una vez fuera junté mis dedos mayor y pulgar, y de un golpe, lancé al bicho hacia alguna parte.

Lejos del panal la abeja morirá. Qué poderosa metáfora para un bochornoso viernes.

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