Real y verífico

En algún lugar de Garza Sada. Sábado por la tarde. Hacía calor y corría viento.

-Con este aigre hasta se me vuela el bisoñé- (risas moderadas).

-¿Perdón?-, dije quitándome los audífonos, barrera provisional contra el exterior.

-Que con este aigre hasta se me vuela el bisoñé- (más risas, también moderadas).

-Ahhh, okeeeeiiii-, respondí.

El hombre que hizo el comentario siguió caminando sobre la banqueta de Garza Sada rumbo al Cinépolis.

Al principio pensé que trataba de hacerse el chistoso. Pero en efecto, con la mano izquierda protegía a su entrecano peluquín de la ventolera.

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