Asuntos de jueves*


Era aquella una época singular. Más vale silenciar las peculiaridades del orden social entonces imperante, porque nos producirían demasiada cólera. Dondequiera que uno fuese reinaban una prodigalidad y una sed de placeres inauditas, además de un lujo sin igual. La personalidad lo era todo. Y todo le estaba permitido a la osadía y a la ambición. El monedero dictaba las leyes. Pese a la miseria en que vivían los pobres, había tal cantidad de gente que a la vida del individuo no se le daba importancia alguna. Un cuerpo policial era tan inexistente a la sazón como una iglesia; el asesino podía asesinar impunemente; el ladrón, robar; el incrédulo, burlarse; el fuerte, triunfar; y el poder, lesionar cuando, donde y a quien quisiera. El puñal o la pistola en mano eran las únicas armas para repeler la injusticia. Eran tiempos en que cada cual debía defenderse y hacerse justicia por sí solo. Y esa época terrible poseía, no obstante, una cosa: un teatro espléndido.

Lo que acabo de leer es un fragmento de “Incendio en el teatro”, del escritor suizo Robert Walser. Este relato, que forma parte de un libro publicado en 1914, plasma un escenario que al parecer, de entonces a la fecha, no ha variado mucho. Más aun, se ha sofisticado y al mismo tiempo, incrementado su poder de provocar terror. Y odio. Odio, que, escribe Jaime Avilés en la página 200 de este libro que hoy nos convoca y provoca es, “una enfermedad que se propaga como epidemia y puede acabar con la vida de millones de personas”. Odio que ahora flota en el aire en lugar del amor que a finales de los setenta cantaba John Paul Young.

Contrario a lo que algunas mentes chiquitas creen, la intención de Jaime al escribir este libro no persigue algún perverso, maquiavélico o diabólico fin de coco wash masivo. Lo que sí hace es trenzar, con ayuda de la narrativa que le ha distinguido durante su carrera, así como con crónica, entrevista, reportaje, biografía, tres asuntos: primero, la muy larga secuencia de hurto, corrupción y despojo sufridos por los mexicanos desde 1982 hasta ahora a manos de la clase política y empresarial —la única historia que conocemos quienes nacimos en la década de los setenta—; segundo, la cronología pública-privada de Andrés Manuel López Obrador, candidato por la alianza Movimiento Progresista a la presidencia de México, y por último, de qué manera su rol como agente de cambio e impulsor de un proyecto alternativo de nación cimentado en la gente ha contribuido a la historia de la política y la participación ciudadana en un país que sufrió el autoritarismo de un régimen y que experimentó el fenómeno de la alternancia, fenómeno que más allá de encuestas y sondeos de opinión, muestra todos los indicios de repetirse, a pesar de tantas campañas que pretenden infundir terror, y volvemos a lo mismo, odio.

Tal como hizo en 2001 con su novela Nosotros estamos muertos, en 2007 con Los manicomios del poder, corrupción y violencia psiquiátrica en México, finalista del Premio Debate de Libro Reportaje, Jaime husmea, recuerda, consigna, critica, expone, rechaza y acepta los fracasos y logros de un sistema político, económico y social de lo nacional a lo global y viceversa, esto a través de México y de la figura de Andrés Manuel, a los que convierte en sus “chivos expiatorios”, por así decirlo, de esta relatoría de la rapiña contra la nación, proyecto encabezado por ese sistema que como sabemos, privilegia el crecimiento de las brechas de desigualdad entre ciudadanos en vez de trabajar para reducirlas.

Y como ejemplo de que revertir lo anterior es posible, cosa de querer, se mete literalmente a la cocina de la casa de Andrés Manuel, a quien une amistad desde 1994. Le ha seguido en giras, mitines, marchas, pero también en momentos del ámbito privado, como la convivencia con sus hijos o el proceso de enfermedad y fallecimiento de Rocío Beltrán. En las buenas, en las malas y en las peores, Jaime siempre ha estado ahí. Y el resultado de ello es parte del recuento de la faceta más íntima del Peje. ¿Para qué? Según explica en el libro, para conocer errores y aciertos del tabasqueño y contrastar su trayectoria con la de los otros aspirantes al Poder Ejecutivo. Otros dirán que es parte de una campaña propagandística a favor de AMLO. Ninguna de las dos opciones sería equivocada, sobre todo si consideramos que una cosa es la propaganda, que como la palabra indica, propaga, difunde, y otra distinta es adoctrinar.

Y este libro no adoctrina, expone. Proporciona información sobre un político que en efecto, inició en el PRI, como lo mencionó Josefina Vázquez Mota en el debate del pasado 10 de junio; incluso fue presidente del partido en Tabasco en 1983. Pero lo que Vázquez Mota no explicó lo aborda Andrés Manuel en Tabasco, víctima del fraude electoral, publicado en 1990, y que Jaime cita en la página 67 de su libro:

“El PRI era para mí un pacto de revolucionarios. Un partido que tenía el deber de actuar siempre en beneficio de las clases más pobres de la sociedad. Consideraba que como partido mayoritario, el PRI tenía que estar a la vanguardia de la reforma política y ser el principal agente modernizador de todo el sistema”. Líneas más abajo, agrega: “pero todo este proceso fue bruscamente frenado”. Andrés Manuel y el optimismo, esa piedra de toque cuyo exceso, a decir de Jaime, tuvo un peso crucial en los comicios de 2006, cuando muchos seguidores de AMLO —desde 1988 en las filas de la izquierda mexicana— estaban tan seguros de que ganaría que sólo se limitaron a votar y en el peor de los casos, ni eso, confiados en que ya todo estaba dicho, con el desenlace por todos conocido.

Con AMLO: vida privada de un hombre público, Jaime nos entrega un caleidoscopio que va de lo entrañable a lo heroico, sin caer en sentimentalismos o fanatismos. Como el gusto de Andrés Manuel por Calle 13, su infancia, sus raíces fusión del mundo indígena, europeo y africano, su debut en la cosa pública en 1977, con sólo 24 años de edad, como coordinador regional del Instituto Nacional Indigenista en la región maya chontal de Tabasco, y de cómo le cambió la vida a miles de indígenas, mejor dicho, cómo hizo de su existencia algo digno, humano. Las duras lecciones que aprendió a la mala, pero que no echó en saco roto. La gran influencia de su maestro de vida, el poeta tabasqueño Carlos Pellicer, titán de las letras hispanoamericanas, que estoy segura, es una figura poderosísima en la formación ideológica de Andrés Manuel.

Porque la poesía es signo y significado, arma y juego, estrategia, empatía. La poesía como acto público, aunque la leamos en privado. Un acto tan íntimo como compartir el pan y la sal entre nosotros, y al mismo tiempo arquetipo de justicia social que se aloja muy dentro de cada uno. En una parte del libro, cuando narra sus vicisitudes económicas, Andrés Manuel suelta quizá una frase de poesía involuntaria: “Por eso no me gusta la sopa, me recuerda el hambre que pasaba en esos tiempos”.

En AMLO: vida privada de un hombre público también se consigna el historial de movilizaciones ciudadanas encabezadas por Andrés Manuel a modo de protesta ante los fraudes e injusticias que Jaime consigna puntualmente en este libro, la más reciente, el vergonzoso 0.56% de las presidenciales, una mancha que diría AMLO, no se lava ni con el agua de todos los mares del mundo. Movilizaciones que se han caracterizado por un elemento hasta hace poco inusual en un país criado bajo esquemas de violencia y represión: manifestaciones pacíficas, consensuadas, racionales, donde no se provoca a las fuerzas del desorden ni se responde a sus ataques; estrategia de resistencia civil acertada, pues, afirma Jaime, no ha costado la vida de ningún participante, ni se han tomado presos políticos ni desaparecidos. Tampoco se ha roto un solo vidrio ni ensuciado alguna pared.

“Yo solo no puedo. Lo tenemos que salvar entre todos”, ha dicho Andrés Manuel cuando le gritan que sólo él puede salvar a México. Pero es cierto. La lección más rotunda de este libro, a final de cuentas, es que este país es de todos, nos guste o no. No vale quejarse sin participar. Por eso y por todo lo que nos enteramos y confirmamos al leer este trabajo, agradezco a Jaime, —el soltero menos codiciado del año, se lamenta en la página 32—, que aceptara escribir estas anécdotas, que, aseguraba, sólo contaría por el resto de su vida.

Porque parafraseando un fragmento de “El canto del Usumacinta”—de Pellicer por supuesto— la palabra, la solidaridad, la equidad, la justicia social y las ideas, tal como el agua, crecen, hablan y participan. Colaboremos pues, en hacer de esta crecida algo más trascendente. Muchas gracias.

Alma Ramírez
*Presentación del libro AMLO: Vida privada de un hombre público, de Jaime Avilés, ex colaborador de La Jornada, realizada el jueves 14 de junio de 2012.

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