Contreras

Le advertí que no volteara. Bebíamos café en un pretencioso localito del Centro Histórico. Llovía un poco y anémicos rayos de sol se reflejaban en los charcos junto a la banqueta. Era un verano indolente, tanto, que parecía que calentar el aire le daba flojera. 


Le dije que no volteara, pero como pasa a veces entre humanos, hizo lo contrario. 


Ahora tiene tres hijos. Y una espantosa tortícolis.

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