Montaje en cuatro actos. Escenario: Ciudad Juárez


por Alma Ramírez



Primer acto
A eso de las cinco y media de la tarde (16:30 de Monterrey), la penumbra envuelve a Ciudad Juárez, al norte de Chihuahua. Lo supimos media hora antes tras llegar al aeropuerto y ser recibidos por el verde olivo del uniforme de los militares diseminados por la terminal, en lugar de los promocionales de la XXIX Muestra Nacional de Teatro, cuya sede este año fue la cuna de Juan Gabriel.

El ocaso preludia a la noche, y ésta a las calles desiertas y a un silencio que puede ser muchas cosas excepto pacífico. A medida que desciende la temperatura y el viento arrastra polvo con más fuerza, el ambiente se torna morbosamente inquietante. Los sonidos de cláxon, autos, voces e incluso pasos de transeúntes son sustituidos por esporádicos ladridos de perros. Quien tenga alguno es capaz de identificar el matiz de sus expresiones.

Aquí, los ladridos suenan como cuando el animal está en alerta.

Segundo acto
El hotel donde se hospeda la prensa foránea y demás participantes se ubica en el sector de Pronafe, en la zona Dorada, que concentra la oferta hotelera y de negocios de la ciudad. Desde ahí, El Paso, Texas, está a diez minutos de distancia en automóvil, y casi a sus espaldas, las hasta el miércoles oficinas del Consulado americano, que fueron trasladadas a un nuevo edificio al norte.

El puente internacional, el históricamente conocido Paso del Norte, traza el fin de la pesadilla mexicana para algunos, pero paradójicamente para los norteamericanos menores de 21 años equivale a la promesa de consumir el alcohol y las drogas que su país prohíbe y ataca infructuosamente, así como un amplio abanico de opciones sexuales. Sólo hay que buscar.

Aorta comercial y de entretenimiento, la avenida Benito Juárez, famosa antaño por el legendario y ya extinto bar Noa Noa, es la ruta directa a la frontera y epicentro de la vida nocturna juarense, donde a diario ocurren secuestros, asaltos y asesinatos.

Negocios de todo tipo se intercalan con edificios antiguos, como la Casa Sauer, propiedad de un comerciante “gringo” de abarrotes, vinos, licores y cigarros a principio del siglo pasado. A lo largo se multiplican restaurantes y bares, algunos abiertos desde 1920 como el Martino o el Club Kentucky -la cantina más antigua de Juárez que da servicio-, que durante la época de la Ley Seca en Estados Unidos fue la “maquiladora” de whisky que no se producía en el otro lado, y en cuya barra bebieron personalidades como John Wayne, Steve Mc Queen, Marilyn Monroe, Ernest Hemingway, Frank Sinatra, Elvis Presley, Liz Taylor y Richard Burton.

En la calle no pasa desapercibida la galería de retratos de mujeres reportadas como desaparecidas impresos en papel y pegados en muros, casetas telefónicas y postes de luz, viacrucis que culmina en el puente fronterizo con una enorme cruz pintada de rosa con la leyenda “Ni una más”, perturbador recordatorio de los alrededor de 400 feminicidios cometidos en Juárez desde 1993 a la fecha, crímenes que además de la encarnizada batalla entablada por el crimen organizado la consolidan como la urbe más violenta de México.

En uno de esos carteles se busca a Cinthia Jokabeth Castañeda, de 1.50 de estatura, tez blanca, nariz chica y chata, cabello café lacio, complexión delgada, ojos café, boca chica y dos lunares en el cuello. Su retrato tiene como fondo un calendario con personajes de Winnie Pooh. 13 años de edad.

En pocos sitios el placer y el dolor están tan unidos.

Tercer acto
De día, el centro hierve de gente, muchos población flotante que va a El Paso, con el gris y árido Monte Franklin como landscape. Entre la franja fronteriza y un hormiguero no hay mucha diferencia. El flujo de personas y automóviles no cesa. Respecto a los congestionamientos viales en el puente, que a veces toma hasta dos horas cruzar, un taxista dice que desde hace dos años es igual por las obras para ampliar de cuatro a diez los carriles de acceso. Las filas de vehículos llegan hasta donde se pierde la vista, mientras las banderas de México y Estados Unidos son agitadas por el viento.

Cuarto acto
La cultura y las expresiones artísticas serían un esfuerzo más del gobierno estatal por hacer frente al cepo que el crimen organizado ha aplicado a Juárez, según cuenta Luis Iván Carlos, coordinador general de la muestra y representante del Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste, uno de los organizadores del evento teatral. La promoción de la paz a través de la cultura, un recurso no tan contundente como las armas, pero “es mejor intentarlo que no hacer nada”, dice uno de los participantes.

Para muestra de la temperatura juarense, sólo el lunes diez fueron ejecutadas 16 personas, algunos de los comercios que no pagan “derecho de piso” son incendiados y sus dueños asesinados, lo que ha provocado cierres. Según los medios de comunicación locales, la extorsión alcanza a las escuelas, cuyos directivos, según rumores, son amenazados a cambio de dar un porcentaje de su aguinaldo como cuota. El corolario fue el jueves 13, cuando un periodista chihuahuense fue ejecutado afuera de su casa.

Aún y con eso, naturales y forasteros coinciden en las funciones, que a pesar de todo se llenan. La Muestra Nacional de Teatro continúa con su programación bajo elementales medidas de seguridad, como que los participantes no salgan solos y que esperen a las unidades de transporte asignadas para ir o volver de los montajes. Las reuniones nocturnas habituales en otras sedes, donde teatreros, prensa y demás asistentes conviven e intercambian impresiones al amparo de algunas cervezas o vino, aquí no existen. “Seguramente habrá algo el último día, pero tendrá que ser dentro del hotel”, confiesa Alfredo Uranga, parte del staff a cargo del evento.

Final
“En la función para el público, después de pasajes chuscos de la obra que provocaban risa en la gente, al llegar a la parte donde se habla de si los asesinos tienen alma, el teatro quedó en silencio”. Así describió Fernando de Ita, crítico teatral, periodista cultural y dramaturgo hidalguense, un fragmento de La Estación, trabajo de su autoría participante en la muestra. Una casualidad que no deja de ser incómoda.


(Publicada el viernes 14 de noviembre en MILENIO Diario de Monterrey)

Al calce: El viernes, veinte minutos antes de partir al aeropuerto me encontré con un colega juarense y corresponsal de una agencia extranjera que junto a otros periodistas dieron una rueda de prensa en el hotel para exigir acciones que garanticen la seguridad de los comunicadores en activo y respuestas al asesinato de Armando Rodríguez, de El Diario de Juárez, ejecutado el jueves 13 afuera de su casa. "Todavía el año pasado Juárez era una ciudad chida, ahora está de la verga", dijo. Él y Rodríguez se conocían desde hace unos 20 años. Aunque no lo hubiera dicho, su mirada resumía todo. Todavía no sé qué decirle. Tampoco si valdría la pena. El caso actualmente es investigado por la PGR.

Comentarios

Anónimo dijo…
sin palabras... sin duda el mejor resumen del ambiente de esa loca semana en juaritos.

saludos!

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