Suerte lavanda

Pelos. Primero unos cuantos delgaditos en las comisuras de los labios. Desajustes hormonales, pensó. Un poco de cera caliente y listo.

Luego brotaron unos más gruesos en el cuello y en la parte superior de brazos y espalda. En la madre, la tiroides, pensó, y fue corriendo al médico.

La enviaron de vuelta a casa con recomendaciones para relajarse porque los análisis no revelaron algo anormal.

Se encerró a cal y canto en su guarida. Renunció a su empleo. Cesó contacto telefónico y por email con familiares y amigos. Canceló el servicio de televisión por cable e internet.

Una tarde sintió deseos de tomar una siesta. Así que fue a donde estaba el cesto de mimbre de la ropa sucia.

Trepó a él de un salto, arqueó perezosamente el lomo, y ronroneando, se hizo ovillo en medio de una semana de blusas y dos jeans. Por fin, era feliz.



A.R / DR 2010

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