El Horror...

Decía G. K. Chesterton que el auténtico aventurero no es quien da la vuelta al mundo, sino el que es capaz de saltar por encima del muro del jardín de su vecino. Y una vez saltado, entablar una relación.

En su ensayo La aventura de la familia el escritor británico esgrime la tesis de que el hombre es la más terrible de todas las bestias. Y la persona que puede confrontar de igual a igual nuestros principios es precisamente la gente que más cerca tenemos. El hombre moderno, escribió Chesterton, viaja a lugares exóticos para huir de la calle donde nació.

Las mujeres que masajeaban al electricista jubilado Josef Fritzl, cuando éste viajaba desde Austria a Tailandia, nunca le preguntarían nada incómodo, ni se iban a mofar en su cara por verle en tanga. Sin embargo, el panadero Funther Prarreiter, de 38 años, que vive al lado de su portal sí que podía preguntarle al viejo Josef, de 73 años, por su hijo Josef, de 50, soltero, tímido, solitario, introvertido. La prensa no ha hablado apenas de ese hijo que vivía hasta esta semana bajo el mismo techo que sus padres, al lado de la panadería.

"Aquí venía el viejo Josef Fritzl a comprar todos los viernes y sábados. Se llevaba 10 panecillos pequeños y un kilo de panes grandes. El resto de los días solía venir Rosemarie, su esposa", cuenta Prarreiter.

(fragmento de reportaje de Francisco Peregil (enviado especial de El País)

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