De la buena gente

Un día, una mexicana que no vendía fruta pero sí otras cosas decidió mudarse a Irlanda. Como suele pasar cuando reúnes el valor suficiente para hacer un crossover, la primera etapa ya en una tierra que no es la tuya (aunque muchas veces ni siquiera ésa te pertenece), los primeros meses de adaptación suelen ser duros.

El caso es que una noche, en un arranque de simpleza decidió abrir una lata de jalapeños en vinagre que había llevado consigo. Los puso en un plato de cartón que colocó sobre una mesita de plástico, parte del escaso mobiliario del cuarto que rentaba al norte de Belfast. Lo hizo inspirada en la creencia popular que dice que dejar un regalo a los duendes los mantiene felices y así no hacen travesuras. Además era lo único que podía ofrecer.

Se sintió boba. Si nunca había creído en los chaneques, nahuales y demás miembros del imaginario azteca, ¿por qué hacerlo con la “buena gente”?, se preguntó. Le restó importancia y se fue a dormir.

A la mañana siguiente, el plato estaba vacío. Lo miró y se frotó los ojos varias veces, incrédula.

El corazón se le desbocó cuando observó que debajo de la mesa había una olla rebosante de monedas de oro y una nota que decía:

“Tú ganas. Nos mudamos. No vuelvas a dejar estas cosas”.

AR.Derechos reservados.

Comentarios

Termómetro