Retrato hablado*

Tiene los ojos grises. El mismo color que usa como primera capa en sus cuadros. La primera de hasta cuatro o cinco; al mismo tiempo oculta, pero que refuerza y sostiene a los demás. El gris con el que sustituyó al negro de sus retratos, porque ese color jamás debe usarse como fondo, le dijo una maestra hace muchos años.

La ciencia indica que al nacer, todos y todas tenemos la mirada gris, porque el iris aun no posee la melanina que le protegerá de la luz. ¿Será acaso, que con los años, la mirada se va deslavando de tanto ver, a tal grado que regresa al origen?

Rodolfo Ríos tiene 85 años de absorber colores, formas y texturas a través de sus ojos. Tonos, volúmenes y matices que plasma a su manera en el lienzo o en la madera desde hace más de cinco décadas.

Carpintero de profesión, su paso a las artes plásticas se dio por accidente, dice, cuando presenció una exposición de autorretratos de artistas mexicanos que trajo la Universidad. “Y pues me gustó, y me metí. Yo andaba tratando de exponer un taller de carpintería cuando vi esa exposición. Dije, voy a venir aquí, a ver qué aprendo. Desde entonces me agarró el arte, ya no lo solté”.

¿Sigue trabajando la madera?
Sí. Todavía hago mis marcos y mis bastidores. Y lo mío en la casa, muebles, arreglar puertas y esas cosas.

Hacedor de mundos, Rodolfo Ríos fue uno de los pioneros del Taller de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Cuenta en su haber con numerosos reconocimientos y ha obtenido diversos premios por su obra. En el 2001, la Universidad Autónoma de Nuevo León le otorgó el Premio a las Artes 2001, en el campo de las Artes Visuales.

Se le considera creador de un estilo inconfundible cuyo elemento esencial es la fuerza cromática de sus figuraciones, que van desde relatos hasta el árido o montañoso paisaje norestense. Pasear por las salas de exposición lleva al espectador lo mismo a recorrer paisajes característicos de Nuevo León, rurales y urbanos; retratos, autorretratos y estampas indígenas. Con un poco de imaginación, sería posible un ejercicio lúdico de vacaciones sin salir de la urbe. Paisaje y Figura, Antología, es el nombre de este viaje compuesto por más de un centenar de las obras más significativas de su trayectoria, tanto colectivas como personales, ubicado en las salas 3 y 4 de la Biblioteca Magna, con duración del 19 de abril al 15 de mayo.

“Puedo decir que para mí, un cuadro es bueno si me emociona. Por ejemplo tuve alumnos, cuando estuve en la escuela de Artes Plásticas, que se ponían a pintar una modelo y en media hora terminaban, y aunque se veía bien la cosa, yo lo sentía falto de espíritu, o como quieran llamarlo”.

A la pregunta de qué puede decir de seis décadas de trabajo, Ríos responde que ha mejorado, sobre todo en color. “Están más agradables las piezas”, dice lacónico. Las satisfacciones de su quehacer las resume en pintar las montañas y a la gente de sus alrededores. Aunque por la edad, cada vez le dedica menos tiempo diario a la pintura. Los dolores de espalda dictan los periodos de trabajo.

“En algún libro que leí decía que se empezara por los colores claro y se fueran poniendo los oscuros. Entonces dije yo: voy a hacerlo al revés, a ver cómo sale. El mezclar oscuros con los primarios. Me acostumbré a mezclar muchos colores, y de ahí sale esto. El color negro no debe ir solo. Ahora uso colores más claros porque pensé que tenía que usarlos”.

¿Qué significa la mujer en su obra?
Pues será que de ahí vengo. El origen. Las colinas me parecen sensuales. Las idealizo, yo creo.

Ignora si su trabajo guste o no en el extranjero, aunque supone que sí. “Tengo algunos cuadros en Alemania, vinieron a comprarlos aquí unas personas de un banco que vieron en una ocasión un cuadro y viajaron a México solamente para adquirir unos”. Será por modestia o porque no le otorgue mucha importancia, pero más de 75 exposiciones individuales en nuestro país y en naciones como Rumania, así como 75 muestras colectivas, no las consigue cualquiera.

“Creo que soy mal maestro. Puedo estar pintando un cuadro y de repente olvido que había una línea y le pongo pintura arriba, y le cambio. Si le digo a un alumno que haga esto, creo que no es buen consejo”.

“Los nuevos, los jóvenes, tienden a hacer todo muy rápido, muy fácil. Ni siquiera ven el paisaje, a la gente de fuera de la ciudad. Incluso aquí hay mucho qué pintar. Yo creo que no han sufrido, podría ser".

El Rodolfo monosilábico se transforma en un santiamén. Frente a su obra se explaya, la muestra satisfecho. ¿Usted ya la vio?, pregunta. No importa si la respuesta es sí o no. Cómo negarse a esa mirada acuosa, lúcida, alegre. El maestro conduce suavemente rumbo a las salas donde están montados los cuadros que integran la retrospectiva. Mientras avanza, cuenta detalles de algunos.

“Ése que está ahí arriba es mi pueblo (Ciudad Mier, Tamaulipas). Pero ésa no es la luz que tiene mi pueblo. Es todavía más limpio aquí, más fuerte (dice mientras señala el cuadro). La casa que está luego luego es donde nací, y del lado izquierdo en donde crecí. Es un paraje semidesértico, pero yo quise poner colores más claros. Incluso a veces digo: si no los hago más claros, no vendo ni uno”, y se ríe.

¿Qué va a pintar el día que ya no haya montañas o cerros limpios, que no tengan más que casas y antenas sobre ellos?
Si yo viviera el tiempo que…tumben las montañas aquí. Siempre vamos a lugares fuera de Monterrey, por ejemplo El Potrero, ahí todavía están vírgenes. Ya nos los acabamos nosotros pintando.

Y vuelve a reír.


*Rodolfo Ríos es artista plástico. Precursor de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Sus temas son los paisajes de Nuevo León y alrededores, la vida de los pueblos, la gente. Para él, la vida también está en otras partes (entrevista publicada en Hora Cero, en marzo de 2005)

Comentarios

Claudia Lozano dijo…
Pato, al entrevista está maravillosa y bien escrita, me encantó.
Felicidades!!
Anónimo dijo…
Bien, bien. Excelente entrevista, el "Rodolfo monosilábico". Muy bien.

Beso, D

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