Equus

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Cuando era una niña como de cuatro años y no tenía gran cosa qué hacer, solía imaginar que era un caballo. A medida que caminaba emulaba sus movimientos, sus sonidos, pretendía imitar las inclinaciones de su cuello. Sólo mi mamá era testigo de eso, jamás me atreví a hacerlo frente a alguien más. Las más de las veces lo hacía sola. Así pasó el tiempo y esa costumbre, como tantas otras, desapareció. También prefería animales de juguete a muñecas, y los cuacos ocupaban un lugar importante.

No obstante, mi gusto por los caballos permanece. Dentro de su carácter nervioso, estos animales son nobles, fuertes e inteligentes; pueden soportar rudas jornadas de trabajo o climas extremos. Para nada igual de resistentes que los camellos o los burros, aun así fueron elemento crucial en batallas, asedios, campañas y conquistas en toda la historia, y todavía son indispensables en varias regiones del planeta.

Los hay portugueses, aztecas, percherones, árabes, ponys, pamperos, akhal-tekés, appaloosas, bretones, connemaras, cuartos de milla, pura sangre españoles o ingleses, tarpanes y así hasta alrededor de 96 razas o variedades, algunos aptos para la cacería, el salto, carreras, tiro, exhibiciones, trabajo de granja, paseo, rejoneo, circo o nomás pa ser semental.

El zodiaco chino tiene en el caballo uno de sus signos, al cual describe como el eterno histrión, voluntarioso, inconstante con lo que no le gusta, al que nunca se le puede tomar en serio, aunque los nacidos bajo su influencia son personas confiables, aguantadoras, tercas, ingeniosas, apasionadas e intolerantes al fracaso.

Aunque de físico amable y apariencia dócil, estos animales te miden con la mirada, te evalúan en segundos y deciden si eres alguien por quien valga la pena dejarse montar. De no serlo tirarán mordidas, coces o te lanzarán al suelo a la menor oportunidad. El buen amigo Lacho Gutiérrez, comentarista deportivo y criador de caballos para rejoneo y demás gracias dijo una vez que al caballo hay que acercarse sin miedo, demostrándole a todas luces que se tiene el control, apearse y llevar las riendas con mano firme, ya que tanto caballos como seres humanos son animales habituados a la vida en manada. Por ello, las jerarquías están muy marcadas, y bueno, todos quieren ser el macho o la hembra alfa.

La mitología otorgó un lugar importante a los caballos. Los indios norteamericanos, los celtas, los persas, los griegos. Como muestra están los centauros, mitad hombres y mitad equinos, que representaban sabiduría y fortaleza. Y que decir del Calígula, que en su locura hasta otorgó a Incitatus, su caballo, un lugar en el Senado. El Bucéfalo de Alejandro Magno; Babieca, del Cid, Rocinante, del Quijote; el Strategos de Aníbal; Genitor de Julio César; Lazlos, de Mahoma; Marengo y Napoleón I, son algunos de los más famosos.

La tecnología y el progreso han relegado a la mayoría de los caballos al ocio, manifestaciones de lujo y poder. El caucho ha reemplazado a los cascos, las pezuñas no se adaptan al asfalto. La preocupación se orienta al smog, ya no al excremento. Los y las peques conocen a los caballos por medio de juguetes, libros y la televisión, y el gran encuentro ocurre cuando salen de la ciudad rumbo a un rancho o una comunidad rural. Hace mucho que no veo a un caballo en vivo y a todo color, ni siquiera uno jalando un carretón.

Creo que ahora me hace falta ver a unos cuantos trotando por entre los árboles de un bosque. Libres. Mientras tanto, hablar sobre ellos es mi única opción.

Comentarios

Pablo Perro dijo…
y d elos perros? nunca vas a hablar?

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