Había un planeta azul...

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que tenía harta agua en versiones sólidas, líquidas y gaseosas. Que siglos después del pleistoceno de desgranó en una asombrosa variedad de climas y ecosistemas, con su consecuente población de fauna y flora. Corrían los tiempos en los que el único combustible que se conocía era la madera y los seres vivos a los que una brasa pescara desprevenidos. Ni quien pensara en petróleo, gas o carbón.

Pasó el tiempo, y los seres humanos evolucionaron, creando civilizaciones que trabajarían sin descanso en busca de mejores condiciones de vida, más conocimientos, progreso y tecnologías sofisticadas.

Una porción de eso se ha logrado. Los seres humanos vivimos más, ya no vamos de gane si llegamos a los 30, ni se nos considera reverendos güelitos o güelitas. Nuestros cuerpos ya no están expuestos radicalmente a las inclemencias del tiempo. Cazamos nuestra comida en el supermercado y luego en el refri. Ruedas de caucho nos llevan a todas partes.

Tenemos millones de ojos que nos cuentan de lo que pasa en el mundo y hasta nos dicen qué pensar de ello. Podemos hablar con alguien que viva en las antípodas sin necesidad de la telepatía ni de movernos de la comodidad del sillón. También tener sexo in-des-crip-ti-ble con algunos adminículos o por medio de la realidad virtual.

Todo este méndigo prólogo viene a cuenta porque el día de hoy hace un calor infernal en Monterrey, después de días bucólicos donde el máximo no rebasaba los 30. A estas horas andamos en los 40 centígrados secos, secos como batazo. El aire sin una gota de humedad. Parece que el chamuco encendió el aire acondicionado y estamos recibiendo la peor parte. Esto lo pensé cuando a bordo de un taxi, sentí aire hirviente golpeando mi rostro y las comisuras de los ojos se cortaban como piel de momia.

Salvo su mejor opinión, prefiero este calor que el húmedo, que apendeja bien gacho y te deja en calidad de convaleciente de lobotomía. Lo más freak del asunto es que en estos momentos el país y el mundo entero están dentro de una ruleta rusa.

Ayer, una tromba en Mérida con granizos del tamaño de una manzana. Chiapas con incendios forestales, Tabasco con sequía. Zonas de la sierra tarahumara (Chihuahua) en estos momentos con heladas de hasta 4 menos cero. Nevadas colosales en Estados Unidos. Cosas que hacen pensar que quizá no es descabellada la propuesta de la cinta The day after tomorrow (antes de que me lancen algo afirmo que no me gustó nada).

Los científicos lo han predicho ya. Gracias al dióxido de carbono emanado de la quema de combustibles fósiles, la generación de energía, la basura, los que fumamos, etc, etc, el planeta sufre calentamiento global, lo que se traduce en pérdida del equilibrio climático, pérdida de especies endémicas animales y vegetales, aumento del nivel del mar, entre otros factores.

Y como efecto dominó la cosa avanza ignorándose si en 50, 100 o más años tendremos un planeta distinto. Más bien, creo que ya lo es.


Nota al margen: En el 2002, un informe publicado por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas afirma que falta voluntad política para derrotar el cambio climático global del planeta.

Indica que la actividad humana es la responsable del calentamiento del planeta y pronosticaron que la temperatura puede aumentar seis grados Celsius en los próximos cien años. Un cambio climático mucho más importante y drástico que en los cien años anteriores.

Los científicos aseguran que ya existen las tecnologías necesarias para estabilizar los gases de efecto invernadero, pero su puesta en práctica requerirá del consenso de las naciones, además de cambios socio-económicos e institucionales (escuchaste matafucká Bush?).

La mitad de las reducciones de las emisiones de gases podrían lograrse para el año 2020, con un costo menor al que se imagina y con beneficios directos como el ahorro energético.

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